lunes, 13 de febrero de 2012

Veintiún días

Veintiún días sin noticias, veintiún días de espera involuntaria, veintiún días de noticias sin contar y de espaldas sin caricias. Aun no sé si las paredes de mi casa se han acostumbrado a verme aquí, sentada, mirando como el calor del calefactor se va sumando aire, entrelazándose con los suspiros. Veintiún días y los que quedan, porque pueden quedar una eternidad. Solo tengo mi fe, solo me puedo agarra a lo que me dice el susurro del saber innato…. Igual tendría que visitar a un psiquiatra.

Paso por tu esquina dos veces por días y que curioso, que la obligación laboral me lleve a transitar tu calle, o tu ex-calle o la calle temporal de tu existencia en Londres. Veintiún días esperando las veinticuatro horas que tiene el día. Por fortuna duermo siete de ellas, aunque a veces también estas ahí. Metido en una campana de cristal en la que apoyo las manos,  donde solo toco frio. Leo otras pocas horas diarias, que me mantienen en las vidas de otras personas, eso también ayuda a olvidar que espero.  Esperar y estar ocupada, ocupada para que la espera sea más breve.

El problema de la espera es que ahora mismo no tiene fecha de caducidad y claro tras veintiún días una empieza a preguntarse si yo caduque en ti… es fácil perder los estribos, aunque no la fe… nunca pierdo la fe. Me pregunto en qué momento la fe se convierte en masoquismo, y en que otro instante el amor a distancia se convierte en utopía. ¿Cuando deja uno de amar si no es correspondido? ¿Es veintiún días suficiente? Por lo visto no lo es, el problema no es ser correspondido, sino no saber.

La nieve que cubrió la ciudad hace poco, un párrafo que leo, los niños que corren por la calle, los planes de futuro o la falta de planes, las sonrisas que compartí con mi padre, mi cabello que deja vislumbrar canas y ha crecido medio centímetro desde que te vi, mi gato Ramsés que ahora responde al nombre de Ramsés Sansini, algo que cocino, mis macetas nuevas, un poco de todo y todo lo demás, todo eso necesito decirte y aquí estoy, esperando.  
Me pregunto en manos de que publicista estarán tus libros y mi esperanza. Veintiún días siempre es mejor que veintiuna semanas o veintiún meses, aunque no es mucho mejor que veintiún minutos o veintiuna horas.

Veintiún días es mucho más que un numero… son las líneas que voy marcando en las paredes del corazón hasta que tenga noticias. Espero que para entonces no tenga el corazón aniquilado de rayar.
Vuelve.  

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